La historia de Aurora es
similar. Le huyó a la muerte en Tumaco y llegó desplazada con sus hijos
al barrio El Oasis, en límites entre Bogotá y Soacha. Ahora, les enseña
a los niños desplazados de este barrio las tradiciones afro que muchos
de ellos perdieron con el desplazamiento.
Su determinación es demostrar también que no se trata de mujeres analfabetas.
"Que muchas no sepan leer o
escribir no quiere decir que no transmitan conocimientos. Las cantaoras
somos unas intelectuales de los saberes ancestrales", dice Martina y
explica la diferencia entre una cantante y una cantaora, que es uno de
los temas que abordan en los talleres.
"Una cantaora tiene raíces
ancestrales, aprendió su música de forma oral, sin academia y no
persigue el afán de convertirse en una estrella", explica la autora del
libro Canto y juego al ritmo de la tambora . Y Tito Medina, director
de la Fundación Río al Sur, le complementa que "en esencia, una
cantaora es una rebelde".
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