viernes, 29 de junio de 2012

El profesor Jhon Montenegro, bandonista


Sus alumnos se acomodan para sentarse, con su instrumento, frente a los atriles que sostienen las partituras. En el grupo hay cuatro aprendices de bandola que planean continuar su carrera musical de forma profesional, estudiando en las facultades de Artes de la Universidad Distrital, la Sergio Arboleda o la Pedagógica, en la capital.
"Pienso en la bandola como en un efecto multiplicador de conocimiento, de música, de repertorios. Es un puente bonito entre la música que los jóvenes no conocen y lo que ellos quieren tocar", agrega el profesor Montenegro.
Para Bernal, la bandola debería quedarse donde está. "No creo que necesite situarse en el mismo nivel de la guitarra eléctrica, porque sus espacios son distintos. Responde a espacios para la música de cámara o acústica. Dar un concierto para 5.000 personas, pues ojalá pasará, pero no es algo que, de verdad, necesitemos", concluye.

El profesor Jhon Montenegro, integrante de la Orquesta de Bandolas


El profesor Jhon Montenegro, integrante de la Orquesta de Bandolas, es el responsable de que los pequeños se intercambien partituras del pasillo Transparencia, de Jesús Alberto Rey, y Tango último, de Astor Piazzolla, como parte de sus ensayos de la estudiantina Cuerdas Pulsadas de Sopó.
"Lo que importa es que a través de los instrumentos los muchachos puedan conocer otras músicas", asegura Montenegro, que lleva diez años interpretando la bandola.

La historia de Aurora

La historia de Aurora es similar. Le huyó a la muerte en Tumaco y llegó desplazada con sus hijos al barrio El Oasis, en límites entre Bogotá y Soacha. Ahora, les enseña a los niños desplazados de este barrio las tradiciones afro que muchos de ellos perdieron con el desplazamiento. 

Su determinación es demostrar también que no se trata de mujeres analfabetas.

"Que muchas no sepan leer o escribir no quiere decir que no transmitan conocimientos. Las cantaoras somos unas intelectuales de los saberes ancestrales", dice Martina y explica la diferencia entre una cantante y una cantaora, que es uno de los temas que abordan en los talleres.

"Una cantaora tiene raíces ancestrales, aprendió su música de forma oral, sin academia y no persigue el afán de convertirse en una estrella", explica la autora del libro  Canto y juego al ritmo de la tambora . Y Tito Medina, director de la Fundación Río al Sur, le complementa que "en esencia, una cantaora es una rebelde". 








cursos de guitarra 

Sangre nueva


Lejos de esa discusión, un grupo de 16 alumnos de la clase de cuerdas típicas en la población de Sopó (Cundinamarca) ensaya cada viernes en la tarde.
A 48 kilómetros de Bogotá, un diminuto salón del Instituto de Artes de la población alberga a los niños y jóvenes que intentan sacarles la melodía a sus guitarras, tiples, violín, bajo y, por supuesto, bandolas.